
La indiferencia destruye. Destruye al amor más ardiente, a las familias más amorosas, a las amistades más sólidas. Al artista luminoso lo convierte en una máquina. Al poeta en una garganta vacía. La indiferencia se instala sin pedir permiso. No es estridente, no hace ruidos, con el arma del silencio mella la esencia misma de la pasión. Quien es indiferente a la guerra, a la pobreza, ha perdido el músculo de la mínima rebeldía vital. El corazón del indiferente seguirá latiendo pero, para todo fin práctico, se trata de un muerto.
Ya nos hemos acostumbrado a auténticas perversiones. Ver un perro muerto en la calle no conmueve a nadie. Los rostros de mujeres y niños pidiendo limosna son un espectáculo permanente. La corrupción es asunto de todos los días. Con frecuencia para salir del terrible marasmo lo primero es alertar: eso que ves como normal no lo es. La indiferencia merodea. Una de las peores perversiones mexicanas es una honda indiferencia hacia la mentira. Saturados de medias verdades, falsedades, engaños y demás territorios de la ignominia dejamos que las mentiras naveguen entre nuestras vidas sin la menor resistencia.
Por supuesto que la verdad absoluta y definitiva no existe. Las verdades son relativas, temporales, se renuevan unas a otras. Pero, como advirtiera Popper, lo falso si es fácilmente identificable. Delatar mentiras señalar verdades es la consigna. Falso que para la vida cotidiana todo sea relativo. La indiferencia conduce al escepticismo y éste al cinismo. Los ciudadanos necesitamos saber, tener certidumbre sobre ciertos asuntos, para poder así tomar las mejores decisiones.
La sensación de engaño causó un daño severo. El engañado se enoja contra quién lo engaña, pero también se enfada consigo mismo por no haber sido capaz de detectar la mentira. Es vulnerable. Se vuelve desconfiado. Sufrió un doble engaño y hoy pagamos las consecuencias. Muchos ciudadanos caminan por la vida con las armas desenvainadas: no me volverá a ocurrir. Lo grave es que en esta terrible confusión todo es echado al bote de la basura, incluso las buenas noticias que servirían para normar su criterio.
También hay asuntos preocupantes, la diferencia entre los más ricos y los pobres se acortó, es casi imperceptible. Los datos vienen a confirmar lo que todos debiéramos aceptar, así sea políticamente incómodo para algunos: México no se ha empobrecido, al contrario; la pobreza disminuye, pero Muy lentamente.
Lo primero es exigir verdades, denunciar y condenar la charlatanería. Hay mucho que criticar, pero sería vergonzoso ahogarnos en nuestras propias mentiras, ser víctimas de nuestra indiferencia. ¿ Pero cual Indiferencia ? Si esta vida es bella y Perfecta. MENTIRA!!