Thursday, April 27, 2006

Asesino de Palabras....

Asesino de Palabras...


Hay un tiempo para aflojar tensiones, relajar nervios, descomprimir presiones... Y otro para afinar la sintonía, calibrar la mira y apretar los dientes. Un poco de cada cosa tuvo Boca en una práctica que empezó en broma y terminó muy en serio con una serie de ejercicios apuntado a despertar el instinto asesino.

¿Qué es un asesinato en serie?

¿A quién matan?

"es más difícil asesinar a un fantasma que una realidad"

Fuimos seres de palabras, en palabras, por palabras, entre palabras, sin palabras. La palabra es, si se quiere, la ambigüedad que se establece antes de cada paso, de cada latido, de cada pérdida y cada reinvención del pensamiento. Nos duele la palabra, amamos la palabra, subimos la palabra, bajamos la palabra, heredemos la palabra y destituimos la palabra de su más noble historia.

A cada pronunciación hacemos y nos hacen algo con la palabra: amamos y odiamos, escapamos y volvemos, nos quedamos en silencio y huimos, destrozados, del silencio.

La palabra fue, si se desea, la ambivalencia de cada día, a cada día, en cada día. Usamos la palabra para acercarnos y para alejarnos, para bien decirnos y para mal decirnos, para poetizarnos y para sujetarnos, para vivir en la palabra y para separarnos de una vez de todas las palabras.

A cada palabra le sigue un temblor, una cerrazón, una cándida inquietud, una brutal aflicción. La palabra será siempre, por así decirlo, nuestra más tierna y desoladora confusión. Nos confundimos de palabras, en palabras, por palabras, sin palabras.

En cada palabra vemos el ardor de la palabra, el cuerpo de la palabra, la desnudez de la palabra, la inevitable hecatombe de la palabra. Nos decimos las palabras y, al mismo tiempo, nos entendemos y desentendemos; estamos de acuerdo y discordamos; rendimos pleitesía y blasfemamos; detenemos las sílabas para sólo habitar el pasado y, también, nos abandonamos hacia el porvenir.
Fuimos, somos y seremos seres de palabras, en palabras, por palabras, entre palabras, sin palabras.

No hay diccionario que pueda ser aquello que fue, es y será la palabra. En el diccionario la palabra es un deber ser ontológico. En él reposan sólo los restos aparentes de las palabras, su estática languidez, su verdad siempre temblorosa y aterrorizada. Allí se fija sólo el doble virtual de la palabra, la virtualidad del qué decir ante ningún rostro, la virtualidad del qué quiere decir: decir.
En el diccionario reposan cadáveres de palabras, no palabras. En el diccionario está la sombra de la palabra. Y al cerrar el diccionario comienza la rebelión de la palabra, la danza de la palabra, la abertura infinita de la palabra.

Hacer de la vida de la palabra la lujuria espeluznante del diccionario, es como hacer del otro un eco previsible, una voz que sólo sabe replicar, la contestación apenas tímida de una tímida palabra.
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Porque no hay palabras, sino una larga humillación del no decir.Porque no hay palabras, sino unos absortos labios entrebiertos.Porque no hay palabras, sino macabros escondites del alma.

Vaya conclusión: el grito es el fantasma de una palabra que no recordamos nunca....

No hay alma que soporte la falta de voz. Y no hay alma que pueda, al mismo tiempo, exagerarse en su silencio.

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