
Perdon....
El perdón es algo absurdo para el hombre material. Sólo a Dios se le pudo ocurrir, y sólo Dios, y el hombre que se une a él, lo pueden alcanzar.
El perdón es, ciertamente, algo curioso. Choca con nuestro sentido de la justicia y de la lógica. Parece absurdo y parece inequitativo. Como humanos quisiéramos que el pecado y acciones desleales, nunca quedara sin castigo. El perdón en el hombre difícilmente se concibe. El hombre, si acaso, aspira a la justicia. Ojo por ojo y diente por diente parece ya de por sí una meta bastante lejana, pero no es imposible el conseguirlo, y el aceptar el perdon y perdonar para consiliar el amor y la calma de nuevo en las almas.
El perdón es un ir cara al futuro, es mirar hacia delante. El rencor, por el contrario, ancla en el pasado, se resiste al devenir: nos detiene en el momento de la ofensa, frena la vida, nos ralentiza y nos retarda. El rencoroso sabe que debe perdonar, pero no quiere, prefiere fijarse en el momento del daño y recomerse como víctima injusta por una eternidad puntual.
El perdón supone que alguien lo pide. Pero quien pide perdón no quiere ni que le tiren por la borda con su culpa (que no le perdonen) ni que le digan que lo que pasó no tiene la menor importancia, como si el ofendido estuviera muy por encima del ofensor, o como si negaran su condición ofensiva. Excusar puede acabar en desprecio. El objeto del perdón es justamente lo inexcusable, lo incomprensible, lo injustificable.
Qué fácil es hablar de perdón pero que difícil es darlo. Algunos han dicho que es un don el saber que estamos equivocados y que podemos ser perdonados; pero ¿qué pasa con los que se equivocan y nos hacen daño?
Algunas veces deseamos castigar a dicha persona pero quienes salimos más castigados somos nosotros mismos y para liberarnos es necesario renunciar a esos sentimientos dolorosos que no son nuestros sino que son de quien nos hizo daño y hay que dejarlos ir.
Cuando sucede esto me pregunto, ¿qué hubiera yo hecho en lugar de la otra persona que me hizo daño si yo hubiera estado en la misma situación y circunstancias?.Casi siempre concluyo que en ese momento lo que hizo esa persona fue su mejor opción para él, aunque no para mí, y lo que la otra persona hizo fue sólo protegerse, no fue su intención hacerme daño. ¿Acaso no hice sentir yo alguna vez a otra persona de la misma manera? o, ¿estaré pensando que mis sentimientos valen más que los de la otra persona?
Y de ahí viene la siguiente reflexión: Me siento herido pero eso no significa que la otra persona sea mala o en verdad quiera hacerme daño. Simplemente la otra persona no conoce toda mi vida ni mi pasado, igual que yo no conozco el suyo, y no sabe lo que traigo guardado en mi historia personal.
El perdón no se pide, se da... Y la razón más importante para darlo es que me libero de una gran carga. ¿Qué prefieres, ser feliz o tener la razón?